Manuel Piñeiro Pose nace en la ciudad de A Coruña a finales del s. XIX, concretamente el 21 de mayo de 1878, en el seno de una familia numerosa de clase media. A la edad de quince años decide emigrar a Cuba, como muchos otros gallegos de la época, buscando un futuro mejor no solo para él, sino también para la familia que deja en la ciudad.
Su carácter, ambicioso y de una arraigada formación moral e integridad ya desde temprana edad, es lo que le empuja a llevar una vida austera y sacrificada en La Habana, lejos de la ciudad que le vio nacer. Es allí, en Cuba, donde se dedica en cuerpo y alma a trabajar sin descanso durante la mayor parte de su vida, generando el dinero suficiente para ayudar a sus padres, a los cuales pone de manifiesto que idolatra, describiéndolos con términos como bondadosos y laboriosos, y con los que cumple rigurosamente sus deberes como hijo, fruto una vez más de las convicciones morales y éticas que guían sus acciones a lo largo de toda su vida.
En la primera etapa del siglo XX, alrededor de 1920, Manuel Piñeiro Pose regresa, con más de cuarenta años, a su ciudad natal. A Coruña se encuentra en esos momentos en plena expansión, tras la aprobación en 1910 del proyecto presentado por el arquitecto Pedro Mariño y el ingeniero Emilio Pan, que prolongaría la creación del segundo ensanche de la ciudad. Siendo un hombre siempre previsor y con una gran visión de futuro, decide invertir en la adquisición del edificio construido en Payo Gómez, 15, promovido por Antonio Escariz como maestro de obras y proyectado por el arquitecto Eduardo Rodríguez-Losada, con lo que consigue hacerse un hueco en este nuevo espacio que tanta relevancia tendrá en la ciudad en las próximas décadas.
Es este mismo arquitecto quien, cuando Manuel Piñeiro Pose adquiere el solar adyacente, en Teresa Herrera, 16, se encarga de adaptar el proyecto del inmueble ya existente para la construcción que se levanta en esa nueva parcela, unificando la fachada y creando una pieza arquitectónica tan emblemática y característica que se convierte en uno de los edificios insignia de A Coruña: la Casa Escaríz.
Historia del Fundador
Tras contraer matrimonio en 1933 con Dolores Fernández González, Manuel Piñeiro Pose traslada su residencia a una de las viviendas de la Casa Escariz. Unidos, en parte, en su afán por ayudar a los más necesitados y mostrarse agradecidos con la sociedad que les rodeaba, fruto de la generosidad que les caracterizaba, tanto Manuel Piñeiro Pose como su esposa dedican los años de su matrimonio a colaborar de forma directa con diversas entidades caritativas de la ciudad, como la Cocina Económica de A Coruña.
Cuando Dolores fallece a principios de 1938, tan solo cinco años después de haber contraído matrimonio y sin dejar descendencia, Manuel Piñeiro Pose decide continuar con las obras de caridad y beneficencia iniciadas junto con su esposa, volcándose en ayudar a los más necesitados como una forma de honrar la memoria de la mujer que compartió con él los últimos años de su vida. Es en este mismo año, tras enfrentarse a la pérdida de una persona tan querida, cuando decide otorgar testamento para asegurarse de que, incluso después de su muerte, su legado se utilizará para asistir las necesidades de aquellos más vulnerables de la ciudad, tal y como el matrimonio venía haciendo hasta la fecha.
Manuel Piñeiro Pose fallece el 5 de agosto de 1940, en la ciudad de A Coruña, y recibe sepultura en el cementerio de San Amaro, en el mismo panteón donde descansan los restos de su esposa y demás familiares. Tras su fallecimiento, y según los deseos expresados en sus últimas voluntades, se constituye la Fundación Manuel Piñeiro Pose, con la finalidad de mantener viva la memoria de tan noble hombre y continuar con las obras de beneficencia que habían sido el eje central de los últimos años de su vida.
Al fallecer Manuel Piñeiro Pose, el ayuntamiento de A Coruña acepta en Pleno municipal de fecha 3 de octubre de 1940 un legado a beneficio del Hospital Municipal instituido sobre el producto de las casas n.º 16 de Teresa Herrera y 15 de Payo Gómez, y como agradecimiento a su generosidad, el alcalde Alfonso Molina propone estudiar la colocación de una placa en la casa Escariz, propuesta que acaba, el 30 de enero de 1950, con el nombramiento por el Pleno municipal de una calle de la ciudad con su nombre, que actualmente se encuentra en la zona del Parque Europa.